jueves, 24 de abril de 2014

Collage

Platero y yo estuvimos Esperando a Godot hasta que El capitán Alatriste nos comunicó que había sido encerrado en La casa de los espíritus. Allí pasará Cien años de soledad tras ser hallado culpable de Matar a un ruiseñor.
     Afligidos y siguiendo Lo que el viento se llevó, abandonamos La ciudad y los perros buscando Un mundo feliz. Atravesamos El jardín de los cerezos y, llegados a La encrucijada, escogimos El camino de Swann embellecido, aquellos días, por Las flores del mal.
     Tras varias jornadas vagando por La montaña mágica, nuestras Almas muertas necesitaban descanso. Fue Zalacaín el aventurero, al que encontramos entre la Niebla, quien nos recomendó La casa de muñecas, emblemática posada regentada por Madame Bovary.
     Nos duchamos rápido y entramos al abarrotado comedor presidido por El retrato de Dorian Grey. Tomamos asiento junto a los Dublineses, encargados de zunchar Los pilares de la tierra, y compartimos Cinco horas con Mario en una sobremesa amena.
     Al atardecer, El ruido y la furia provocada por El tambor de hojalata que aporreaba, Inmisericorde, El señor de las moscas, casi nos impide escuchar aquel sonido triste. «Por quién doblan las campanas», preguntó El principito. «Por El difunto Matías Pascal», contestó Frankenstein.

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