jueves, 29 de mayo de 2014

Y volaré


Mucho me temo que vienen a rescatarme. Precisamente ahora que me he acostumbrado a subsistir en esta atmósfera emponzoñada. Ahora que mi anulada conciencia acepta sus agravios sin chistar. Justo ahora que mi cuerpo asume indolente cada nuevo cardenal. 
     Los oigo acercarse. Vienen en tropel. Vocean mi nombre. Dicen que me van a salvar. Malditos miserables, ¿acaso no sabéis que mi ansia de libertad caducó con el último yogur?
     ¡Ciegos! ¡Sordos! ¡¿Ahora venís?! ¡¿Con mil años de retraso?! 
     Creo que la puerta pronto cederá y no quiero darles ese gustazo. Cuando la derriben, correré hacia la cortina que, forzada por el viento, flamea insistente señalándome el camino.





Microrrelato con el que participo en el concurso de esta semana de la VII Edición de Relatos en Cadena del programa "La Ventana" de la Cadena SER (100 palabras máximo y la obligación de iniciar el relato con la frase: "Mucho me temo que vienen a rescatarme").

                   

jueves, 22 de mayo de 2014

Incinerado



Solo ceniza. Apenas un puñado de residuos tras la combustión. En eso se había convertido Marcial, el marido de mamá.
     «No ha sufrido nada», escuché decir a mi hermano mientras retorcía sin parar el pañuelo entre sus dedos. «Ni se enteró», añadí yo en voz baja, pretendiendo ser convincente. «La muerte lo sorprendió durmiendo», remató mi madre que habló con la respiración entrecortada. Los allí presentes asentían sin más, sin decir palabra, sin gesticular siquiera. 
     Un día antes, la autopsia había confirmado que falleció de muerte natural, porque mi tío, además de ser un buen forense, siempre nos ha querido mucho.  



Microrrelato con el que participo en el concurso de esta semana de la VII Edición de Relatos en Cadena del programa "La Ventana" de la Cadena SER (100 palabras máximo y la obligación de iniciar el relato con la frase: "Solo ceniza").






jueves, 8 de mayo de 2014

Bellas Artes

La primera vez, fue de manera fortuita. Llegaba apretada por la hora y se sentó donde buenamente pudo. La segunda, casi. Sin tantos apuros, accedió al tren, de manera inconsciente, por la misma puerta que el día anterior y allí estaba él. El miércoles, el encuentro fue provocado. María buscó sentarse justo delante del chico moreno con ojos claros que ocupaba, siempre, la ventana izquierda del último vagón.
     Las cuatro semanas que duró el aburrido curso de María fue tiempo suficiente para que entre ella y el joven estudiante de Bellas Artes prendiera una atracción física lo suficientemente voraz como para provocar, al cabo de los días, una cita en el piso alquilado de él. En torno a dos tazas de café, María, diez años mayor que su Apolo, supo conducir el encuentro por un camino calmado, jalonado de conversaciones suaves pero con un propósito concreto que preludiaron en un sofá desgastado con una salada degustación de pieles. Con los cuerpos medio desnudos ya, y absolutamente dispuestos, alcanzaron el colchón donde culminaron su mezcla. Ese jueves, María llegó tarde a casa y el viernes, su último día de clase, madrugó más de la cuenta para cambiar de horario y de vagón.
     Ya habían pasado varios meses desde aquello y, aunque la aventura le había dejado un sutil poso en su memoria, nunca se había sentido invadida por calor alguno proveniente de aquel rescoldo. Esta noche, sin embargo, era distinto. Una noticia relacionada con una exposición itinerante de arte griego despertó en ella una juguetona reacción a la que le urgió dar respuesta.
     Con una excusa poco trabajada dejó a su marido viendo la tele y se metió, aun temprano, en la cama. Allí, mientras la expectante oscuridad se relamía de gusto, su imaginación corrió en su búsqueda para traerlo a su lado. María, que se agitaba excitada entre las sábanas, empezó a notar calor cuando descolgó los tirantes del camisón para jugar con sus pezones. Después, cuando su mano buceó con habilidad entre sus muslos, comenzó a sudar hasta quedar empapada. Por supuesto, Gustavo, delante del televisor, se partía de risa viendo Ilustres Ignorantes, el programa del Plus. 
   


jueves, 1 de mayo de 2014

No somos nada


Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir y formamos corrillos dramáticos donde consolarnos en grupo. Sacudimos nuestras cabezas en señal de fatalidad y adoptamos rictus de dolor fingido. No escatimamos lágrimas y suspiros teatrales con los que subrayar nuestra pena etérea y hubo, incluso, a quien le dio por rezar. «Se ha ido un hombre ejemplar», fue la frase más repetida. «Era una bellísima persona», afirmamos todos.
     Pasados unos minutos, empezamos a mirar nuestros relojes con descarado disimulo y, llegada la hora del partido, nos disolvimos con suavidad buscando asiento frente al televisor. Solo nos faltó decir: «Que gane el mejor».



Microrrelato con el que participo en el concurso de esta semana de la VII Edición de Relatos en Cadena del programa "La Ventana" de la Cadena SER (100 palabras máximo y la obligación de iniciar el relato con la frase: "Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir").