Como sabes, hace tiempo que me dio por reciclarte y, obstinada, sigo haciéndolo varias veces al día. Empiezo por la mañana. Desde bien temprano reciclo tu vidriosa indiferencia, tus vacías intenciones y tus justificaciones vacuas. Después, cuando vuelves tarde del trabajo, me veo obligada a reciclar el papel de tus mentiras, de todas tus mentiras: de tus mentiras gordas, de las más gordas y de las que son totalmente increíbles. Y esas noches tuyas, esas en las que llegas envuelto en vahos frívolos, con urgencia le quito el plástico a tus fábulas, desenvuelvo con ira tus patrañas y lo reciclo también.
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